La guerra de baja intensidad en Nicaragua

[En el 2008, Jorge Eduardo Arellano dibuja con atino el curso de la guerra de quinta generación iniciada tras la victoria del FSLN en las elecciones del 2006.]

En las consideraciones económicas, políticas, ideológicas, militares, de los neoconservadores del Pentágono y de la Casa Blanca, perciben a Nicaragua y su gobierno de izquierda como un peligro potencial de “desestabilización” de la región, por el ejemplo que lleva implícita su política de combate a la desigualdad económica y de oportunidades, a la lucha frontal contra la pobreza extrema y la desigualdad. Para ello están movilizando los recursos económicos, políticos y mediáticos necesarios, con el propósito de eliminar en el más corto plazo, el fortalecimiento del proyecto revolucionario.

Para la administración norteamericana, que tiene como base de análisis estratégico los documentos II y IV de Santa Fe y el Consenso de Washington, documentos que fueran elaborados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) entre los años 80 y 1986, precisamente por temor a la propagación de la izquierda en la región y que hoy siguen sirviendo como base operativa para el fortalecimiento de la política de dominación en América Latina, lo más urgente es incidir en la conciencia de la población para buscar cómo revertir los valores de solidaridad que generan las políticas económicas e ideológicas del Gobierno de Unidad y Reconciliación Nacional en la población, y que se expresan como valores socialmente compartidos. Para lograrlo se apoyan en el papel mediático que los medios de comunicación como La Prensa SA, EL NUEVO DIARIO, la Radio Corporación, la Radio 15 de Septiembre, y programas como Esta Semana, del ideólogo de la oligarquía conservadora, Carlos Fernando Chamorro, entre otros medios, porque de lo que se trata en este nuevo contexto sociopolítico y económico es del control de la población, su desmovilización y la confusión de la misma.

El Conficto de Baja Intensidad (CBI) que nos está imponiendo la administración norteamericana, se refuerza con la presión que organismos internacionales de cooperación Õnanciera ejercen como mecanismo para legitimar las posiciones político-ideológicas que ofrecen los partidos políticos de la derecha. En esa misma línea de pensamiento operan las organizaciones llamadas no gubernamentales (ONG), que se prestan al juego de desgate y deslegitimación, desde organizaciones que cubiertas con el manto de ONG hacen política partidaria en contra de las políticas del Gobierno. Entre las que más destacan en este papel están: Movimiento por Nicaragua, Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, Coordinadora Civil, Comisión Permanente de Derechos Humanos, Ética y Transparencia, Ipade, etc. La presión diplomática de los organismos internacionales y de algunas Embajadas, cuyos países otrora fueron considerados de izquierda o social demócrata, cooperan en la línea de desestabilización política del gobierno, y en la búsqueda del desgaste de la base social, bajo los manidos argumentos de la derecha, a quienes ahora sirven.

Es importante tener en cuenta lo anterior, porque va a ser reforzada por la utilización de estructuras regionales de negociación que generen condiciones de legitimación de las fuerzas  contrarrevolucionarias, (MRS, PLC, ALN-PC), tales como la Organización de Estados Americanos (OEA), a la vez que limiten las posibilidades de acción de las posiciones revolucionarias; procurando además generar confusión y desmovilización en el seno de la población.

Siendo el objetivo final de la CBI el control de la población, más que el control militar sobre el territorio, resulta de vital importancia para los Estados Unidos el hecho de aparecer como defensor de los intereses concretos de algunos sectores sociales del país, bajo la mampara de defender los “valores democráticos”, auspiciando a todos cuantos se les aparezcan y que se quieran revertir las acciones revolucionarias. Para ellos es importante que los perciban como tales y les otorguen legitimidad a los planes de desestabilización.

Es claro el papel que los EU le están asignando al conflicto de alta intensidad, en su sentido mediático e ideológico; por ello priorizan las operaciones psicológicas en su amplia gama de acción, desde la posibilidad de un magnicidio en contra del compañero Daniel Ortega, hasta la manipulación de los medios de comunicación locales y la instrumentalización de los líderes religiosos, políticos, laborales, campesinos... Prueba de lo anterior se manifiesta en las declaraciones abiertas de pastores de la Iglesia Católica, radicalmente de derecha, en los comunicados oÕciales vía Conferencia Episcopal; la sistematización mediática de los medios de comunicación con ejes bien deÕnidos por las fuente del poder ideológico, cuyo referente es CNN; sin olvidar el alto contenido de lucha ideológica que desarrollan los operadores políticos, cubiertos con el ropaje de “analistas políticos” que deambulan de un canal y una emisora a otra.
Daniel Ortega y Rosario Murillo en el 2006

Importa destacar el rol que les ha sido designado a los intelectuales, que al amparo de la revolución popular sandinista ganaron nombre y lauros, y que hoy día, forman parte del coro de renegados que se rasgan las vestiduras por la política antiimperialista del FSLN.

Ellos son la punta de lanza de la guerra de baja intensidad en materia mediática e ideológica. Para ello se han distribuido la tarea entre la señora Sofía Montenegro, atendiendo a las feministas, y el Centro de Comunicación Cinco y la revista Conidencial al señor Edmundo Jarquín, como contra parte de la Embajada gringa en el país y como representante de la derecha en Latinoamérica, con base de operaciones en Panamá; a Carlos Fernando Chamorro en los medios de comunicación, por medio de sus programas de televisión Esta Semana y Esta Noche, y como director de la revista Conidencial, donde comparte pensamientos y estilo de vida con Sofía Montenegro; y el poeta Ernesto Cardenal, que juega el papel de “víctima”, aún cuando todos sabemos que el victimario de las comunidades de Solentiname es él, entre otros.

Si observamos con claridad, veremos que tanto EL NUEVO DIARIO como La Prensa, hacen todos los esfuerzos mediáticos posibles, no sólo por ocultar los logros que en materia de salud, educación, empleo, crecimiento de las exportaciones, mantenimiento de la energía eléctrica, crédito para los medianos y pequeños productores, reversión de la concentración latifundista y retorno de la propiedad agraria a quienes la saben producir; también lo hacen para mantener una línea oficial de desprestigio en contra de los planes del gobierno, así como para alentar a una oposición, que huérfana de ideas propias, necesitan de estos medios para recibir orientaciones ideológicas.

Su objetivo es crear zonas de poder, a través de una relación de “disposición” con sectores importantes de la población, que en última instancia serán la punta de lanza del pretendido “derrocamiento” de la dictadura que se inventaron.

Jorge Eduardo Arellano*
Publicado en El Nuevo Diario, el 8 de septiembre del 2008.

*Profesor de derecho constitucional. UCN.

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