Llamado de un ciudadano nicaragüense


Ya no se trata de partidos políticos, ni de las políticas del gobierno sandinista. Se trata de cumplir con las exigencias y ultimátums de un grupo de organizaciones e individuos sin escrúpulos, ni moral. Su objetivo es destruir, sin importar qué o a quién. Nos han puesto en peligro de muerte y no les importa, porque tienen un objetivo que cumplir. Su odio, acumulado durante años, se ha estado vertiendo al debate público a través de sus mentiras prefabricadas, sus afirmaciones sin sustento, sus generalizaciones y su falta de responsabilidad política. Ya se ha extendido a una parte de la población y quieren propagar el contagio al resto del país. Quieren que sintamos miedo, quieren que nos encerremos en casa, que no vayamos a trabajar, que paralicemos el país, que dudemos del vecino, que nos dividamos en bloques dentro de las familias… Quieren, en suma, que dejemos morir una convivencia que nos ha costado décadas construir.


Los mayores valores que atesora la sociedad nicaragüense son su espíritu de lucha y su capacidad de trabajo, cualidades que nos han mantenido unidos a pesar de las adversidades, avanzando hacia un mejor porvenir. Por esa razón somos de los países que menos hemos emigrado al exterior y de los más optimistas de cara al futuro. Así lo señalan las encuestas que regularmente se vienen llevando a cabo. Tenemos esperanza. La tolerancia que hemos desarrollado después de los días oscuros de la guerra y del odio, nos ha llevado a celebrar 5 elecciones en las últimas dos décadas, en las cuales la voluntad de la mayoría se ha expresado y hecho valer.

Siempre hemos tenido diferencias y siempre van a prevalecer diferencias dentro de las sociedades. Sino no tendrían sentido las democracias occidentales. Esas diferencias en el pasado han provocado guerras e intervenciones, pero en la historia reciente de Nicaragua las hemos resueltos por la vía pacífica y del diálogo. ¿Por qué tendríamos que volver al pasado? ¿Por qué empecinarnos en derramar sangre? ¿Por qué querer terminar con tantos avances positivos que hemos alcanzado?

Ya no se trata de sandinistas o liberales, izquierdas o derechas. Se trata del bienestar de nuestras familias, del sufrimiento de muchas que han perdido a un ser querido y que claman por justicia. Detengamos la violencia. Hagamos entender a quien insiste en mantener encendida la llama del odio y del rencor entre nosotros, que no somos marionetas, que no van a hacer que nos matemos entre nosotros, no vamos a ser parte de ningún plan o conjura política. Tenemos demandas insatisfechas y queremos y exigimos cambios que nos ayuden a mejorar como sociedad, pero vamos a hacerlo por la vía de la paz. Vamos a exigir esos cambios a través de los mecanismos disponibles en el Estado de derecho, dentro del marco jurídico. Para aquellos que buscan muertos, heridos y daños materiales, que sean ellos lo que salgan de las sombras y enfrenten sus demonios.

La tensión social ha llegado a un punto en el que está afectando la vida de los nicaragüenses. El miedo tiene repercusiones en los rendimientos laborales y en la salud física y psicológica de la población joven y adulta. Las previsiones económicas para el país, que auguraban otro año de crecimiento estable del 5% del PIB, están en duda. Las inversiones, tanto públicas como privadas, se están paralizando, a la espera de la evolución de los acontecimientos, y la imagen de seguridad que tanto nos ha costado construir, se va a ver seriamente afectada.

A todos los ciudadanos nicaragüenses, de cualquier credo, religión, partido político o preferencia sexual: opongamos resistencia al clima de violencia que estas organizaciones e individuos quieren imponer, pongamos nuestra voluntad en acercar posiciones, para conversar, para dar espacio para que se esclarezcan los crímenes y para llevar la justicia y la paz de nuevo a nuestro país.



Walter Augusto Solís Aguilar
Publicado en América Latina en movimiento, el 11 de mayo del 2018