Si se observa el actuar de los grupos vandálicos que protagonizan hechos violentos en Nicaragua en las últimas semanas, es muy fácil determinar su similitud con las conocidas “guarimbas” que pretendieron desestabilizar a Venezuela, y ahora se desatan con igual propósito en la nación más prospera de Centroamérica.
Las imágenes de estos días en la patria de Sandino son calcadas de las vistas con anterioridad en la de Bolívar, y que han sido y fueron difundidas como pólvora por los grandes medios de prensa conservadores de la región e internacionales con semejante objetivo: injuriar y cuestionar los procesos revolucionarios en ambos países soberanos y antiimperialistas.
Los violentos hacen lo mismo, queman autos y autobuses, atacan centros sociales, comerciales y públicos, agreden o asesinan a militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), bloquean calles y carreteras, y desoyen los continuos llamados a la paz y el diálogo.
Portan “armas caseras”, como las utilizadas en las “guarimbas” de Venezuela, y se enfrentan con total desacato a las fuerzas del orden, las cuales evitan la represión, a diferencia de lo que ocurre en manifestaciones pacíficas que tienen lugar a diario en otras naciones de Nuestra América bajo regímenes neoliberales.
En Nicaragua, la desvencijada y derrocada derecha que alienta y financia Estados Unidos repite el guión aplicado a la Revolución Bolivariana, y ”casualmente” cuando Venezuela se apresta a celebrar elecciones presidenciales el venidero domingo 20 de mayo, y ya algunos injerencistas de la región se complotaron a la orden de la Casa Blanca para no reconocer los resultados de las urnas.
Muy cándido habría que ser para no percatarse que las denominadas guarimbas, repetidas ahora en el pequeño Estado centroamericano, forman parte de un plan acelerado contra la Patria Grande dirigido a terminar con los gobiernos progresistas que resisten los embates en los últimos años de una ofensiva conservadora violenta orquestada desde Washington.
Derrocar de cualquier modo y de una vez por todas a los procesos populares como los que perduran en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y son ejemplos como el más veterano de todos, el de Cuba, para Latinoamérica y el Caribe, constituye el fin de ese plan del imperio norteamericano y de la derecha en este hemisferio.
Y, claro, se apresuran a materializarlo desesperadamente porque temen que tras las elecciones de este año en México y Brasil puedan reinstalarse ejecutivos de izquierda comandados por Manuel López Obrador y Lula Da Silva, respectivamente, lo que cambiaría nuevamente la correlación de fuerzas en la Patria Grande.
No por gusto mantienen injustamente a Lula como preso político en el gigante sudamericano, demonizan a López Obrador en México, mientras insisten en el asedio contra Venezuela y sus comicios, y alimentan hoy el “guarimbeo” en Nicaragua.
Patricio Montesinos
Publicado en Rebelión el 15 de mayo del 2018